Ansiedad

La respuesta de ansiedad es un sistema de alarma y de protección que hemos heredado de nuestros ancestros; ha sido clave para la supervivencia de la especie. A día de hoy, las situaciones peligrosas han disminuido (ya no hay depredadores aguardando para devorarnos), pero el sistema de alarma sigue identificando, por defecto, amenazas imaginarias.

Las nuevas situaciones ansiógenas se dan, por ejemplo, en el trabajo, en situaciones sociales (por miedo a la evaluación y al ridículo) o en cualquier contexto en que percibamos riesgos reales o imaginarios y en el que no nos sintamos seguros.

Sentir y responder con altos niveles de ansiedad ante situaciones normales de la vida no nos ayuda a resolver mejor ninguna situación; por el contrario causa malestar, empobrece nuestra toma de decisiones, perjudica nuestra salud física y empeora la calidad de nuestras acciones personales y profesionales.

Quien padece ansiedad se siente inquieto, tenso, nervioso, bloqueado, o con sensación de «nudo» en el estómago…, la mayor parte del tiempo.

Hablamos de un problema o de un trastorno cuando el miedo (inconsciente) y las respuestas de ansiedad se disparan en demasiadas situaciones y/o con elevada intensidad. En estos casos, la ansiedad funciona como «un sistema de alarma estropeado» que nos pone o mantiene en tensión ante situaciones del día a día que no requieren una «activación de emergencia», con el desgaste físico y mental que ello conlleva.

A veces los episodios de ansiedad son intensos y aparecen en muchas situaciones sin motivo aparente; otras veces, ante situaciones muy concretas. Podríamos hablar de un trastorno de ansiedad generalizada (TAS), ansiedad social (AS) o fobias específicas (p. ej. miedo intenso a conducir, a hablar en público, a espacios cerrados y un largo etcétera).

Para hablar de «problema de ansiedad», además de identificar los síntomas, es imprescindible determinar: la frecuencia con que aparecen, su intensidad y el motivo que los está generando (o las circunstancias que anteceden a su aparición o que los agudizan).

1. Síntomas frecuentes de ansiedad

Síntomas psicológicos: Preocupación excesiva, inquietud, irritabilidad, dificultad para concentrarse, dificultad para tomar decisiones, bloqueos, pensamiento acelerado.

Síntomas o síndromes agudos: Episodio de despersonalización y Ataque de pánico /ataque de ansiedad.

Síntomas físicos: Palpitaciones, sudoración excesiva, tensión muscular, temblor, mareo, «nudo» en el estómago, indigestión, diarrea, respiraciones hondas y/o suspiros frecuentes, dificultades para conciliar el sueño (insomnio de conciliación).

2. Además de los síntomas, observa sus características:

– Frecuencia (¿los sufres todos o casi todos los días?, ¿de forma puntual?)

– Intensidad (¿la intensidad de los síntomas te impide o dificulta realizar algunas actividades del día a día?, ¿sobrellevas el malestar?)

– Motivo (desencadenante) (¿identificas situaciones que disparan los síntomas de ansiedad?, ¿son muchas las situaciones que te producen ansiedad?, ¿puedes concretar situaciones?, ¿crees que los síntomas aparecen «sin motivo»?, ¿los síntomas aparecen en períodos de estrés laboral?)

Las preguntas anteriores, pueden resultarte útiles para que valores (de forma subjetiva) en qué medida la ansiedad está interfiriendo en tu vida…

La ansiedad suele ser el resultado de sufrir estrés de forma prolongada.

Estrés y ansiedad son términos muy similares. Cuando una persona presenta un nivel de activación (psico-fisiológica) demasiado alto la mayor parte del tiempo pero los síntomas son de poca intensidad, solemos hablar de estrés.

Las causas del estrés suelen guardar relación directa con situaciones que generan sobrecarga o fatiga (por ejemplo, ciertas exigencias laborales y/o personales, hábitos de vida desorganizados, exigencias propias o externas demasiado altas).